El Evangelista Juan no habla de la Eucaristía. En su lugar, nos relata el “Lavatorio de los pies”. Juan da a este relato una importancia capital, pues lo coloca como presentación y clave interpretativa de la Pasión, muerte y resurrección de Jesús: todo ello es una prueba de amor (Jn 13,1). Ha caído por los suelos (nunca mejor dicho) la imagen de un mesías triunfante, que podríamos deducir de la fiesta del pasado domingo.
Este cambio tan brusco explica, quizá la reacción de Pedro: no puede asimilar ni entender la imagen de un (el) Señor y un (el) Maestro tirado a los pies de “sus” “discípulos”: es, desde luego, esta imagen más elocuente que mil discursos.
En la institución de la Eucaristía en los Sinópticos, Jesús dice a sus discípulos: “Haced esto recuerdo mío” (1 Cor 11,24-25). En el Lavatorio de los pies les dice: “Os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros” (Jn 13,15).
Esto es: