La celebración del Domingo de Ramos, con la procesión de las palmas y la meditación de la pasión del Señor, se convierte en un pórtico privilegiado que interpela al creyente y le invita a entrar en
la Semana Santa para vivirla con provecho. Para ello se debe suscitar en nuestro corazón el deseo de subir con Cristo a la cruz, para morir al hombre viejo y resucitar con Él a una vida nueva. Acompañar a Jesús en los próximos días nos ayudará a romper su soledad, tan bien descrita por San Mateo en su relato evangélico.