Mobirise


"Tengo Sed".

Jn 19,28

Mobirise

Reflexión para el viernes Santo

10 de abril de 2020

Ambientación

Hoy, Viernes Santo, vuelvo a experimentar ante tu cruz, cómo Tú vas recogiendo todo el sufrimiento del mundo y de la humanidad; lo haces propio y te lo cargas sobre tus hombros, te identificas con ese dolor para no olvidarlo. Lo incorporas a tu cuerpo para injertarlo en tu resurrección y hacerle justicia amorosa, para sanarlo y salvarlo, para darle la razón y el sentido…

En ti, crucificado exaltado, se proclamará la verdad luminosa que saca del olvido y hace justicia a los olvidados y a los desheredados. En tu luz veremos con limpieza de corazón todo lo vivido y amasado por cada hombre en su vivir y por toda la humanidad en el camino de la historia, en medio del mundo…

Tú nos invitas a adentrarnos en tu mirada divina y amorosa, larga y profunda, de sentido pleno, y nos hablas de un reino preparado para todos, desde la creación del mundo, y que estás esperándonos. Tú nos proclamas que en tu cruz tenemos la razón del absoluto para la esperanza en la resurrección y en la vida, razón amorosa que ya nada ni nadie nos podrá quitar, porque tú has resucitado. ¡El crucificado ha resucitado!

A la luz de la palabra: Is 52,13-53,12/ Sal 30/ Heb 4,4-16; 5,7-9/ Jn 18,1-19,42


1. Seguro que todos hemos soñado con una situación en la que la muerte y las muertes no tenían cabida en nuestra historia; pero, al menos hasta ahora, esto no pasa de ser una “utopía”; ya que, un día tras otro, vemos cómo:
  - La muerte y las muertes se enseñorean en demasiados países y en el nuestro (pensemos en la pandemia que atravesamos).
  - En nuestra ciudad y en nuestro barrio hay pobreza, dolor, enfermedad…muerte.
  - En nosotros mismos descubrimos estas mismas presencias de la muerte en nuestras vidas; y echamos en falta a las personas que se ha llevado la muerte de nuestras vidas.

2. Todo esto nos duele profundamente; sin embargo, estamos aquí y ahora:
  - Celebrando la muerte
  - Celebrando a un muerto, quien, paradójicamente, nos preside
  - Y a quien, esta misma tarde, vamos a prestar nuestra veneración

3. ¿Cómo hacer compatibles, por un lado, nuestras ansias y sueños de vida; y, por el otro, ¿nuestra realidad de muerte y nuestra celebración de un crucificado? No es fácil responder a esto; la contradicción del Domingo de Ramos ha llegado a su plenitud: Dios/Debilidad, Crucificado/Resucitado, Muerte/Vida.

4. Y ahora, ¿qué hacemos? Quizá sólo dejarnos invadir, interpelar por “la” contradicción; pues quizá sólo de este modo sea posible que: + Comencemos a mirar con dolor, el dolor del mundo, a ser “com-pasivos” con él. + Tratemos de asumir y “cargar” gratuitamente con ese dolor. + Seamos buena noticia en medio de tanta muerte.

5. Pero, ¿cómo podríamos ser testigos creíbles del “varón de dolores”, de aquel, cuyas “heridas nos han curado”? Quizá asumiendo agradecidos que:
  - Él nos ha mirado “com-pasivamente” (1ª Lectura): - nuestro dolor es su dolor. – En él se nos ha hecho infinitamente cercano un Dios extraño. – Un Dios débil, entrañable y samaritano.
  - Su muerte es, * para nosotros, el hecho más escandaloso de la historia. * Es vida. * Nos da el Espíritu.
  - De este modo: + “El Crucificado” es “el Rey”. + “El Muerto” es “El Resucitado”. ¿Podremos entender este misterio alguna vez?

6. Sí parecen haberlo hecho algunos cristianos: San Justino en el siglo II; el P. Kolbe, Martin Luther King, Oscar Romero, Ignacio Ellacuría… ¿Podemos ponerles nombre a los testigos de ese misterio hoy?. Nosotros también estamos llamados a ser testigos y a poner nuestra esperanza en “un difunto, llamado Jesús, de quien Pablo (y cada uno de nosotros) sostiene que está vivo” (Hch 25, 19b).




Ponemos a tu disposición otro texto con el que reflexionar en el día de hoy. Descarga el archivo: