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"Tengo Sed".

Jn 19,28

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Vía Crucis Misionero

¿Un via crucis actualizado? Entra en clima de oración y descubre cómo, tristemente, la pasión de Jesus se repite día a día, estación a estación. Con textos de la Evangelii Gaudium del Papa Francisco.


ESTACIÓN I_Jesús es condenado a muerte

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“Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos de más testigos? ¿Qué os parece? Y ellos contestaron: Es reo de muerte”
(Mt 26, 65)

La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por él, que nos mueve a amarlo siempre más. Lo que en el Evangelio resplandece es la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado. Tenemos que decir no a una economía de la exclusión y la inequidad. Esa economía mata. Un mal enquistado en las estructuras de una sociedad tiene siempre un potencial de disolución y de muerte. Es el mal cristalizado en estructuras sociales injustas.


ESTACIÓN II_Jesús carga con la cruz

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“Entonces Pilato les entregó a Jesús para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús y, cargándole con la cruz, lo sacaron hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se dice Gólgota”
(Jn 19, 16 – 17)

No podemos olvidar que la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo viven precariamente el día a día, con consecuencias funestas. Algunas patologías van en aumento. El miedo y la desesperación se apoderan del corazón de numerosas personas, incluso en los llamados países ricos. La alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada vez más patente. Hay que luchar para vivir, y a menudo para vivir con poca dignidad.


ESTACIÓN III_Jesús cae por primera vez

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“Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz”
(Flp 2, 6 – 8)

Jesús cayó para que el hombre se levantara, se hizo débil para que el hombre recobrara fuerzas. Cuando tú caigas, mira a Jesús. Cuando el hermano caiga, acércate a él como Jesús y como a Jesús.


ESTACIÓN IV_Jesús encuentra a su madre

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Te adoramos, Cristo, y te bendecimos que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
“Cuando Jesús fue llevado por sus padres al Templo, el anciano Simeón dijo a María, su madre: Este niño será signo de contradicción. Y a ti misma una espada te atravesará el corazón; así quedarán al descubierto las intenciones de todos”
(Lc 2, 34 – 35)

Pienso en la fe firme de esas madres al pie del lecho del hijo enfermo, que se aferran a un rosario, aunque no sepan hilvanar las proposiciones del Credo, o en tanta carga de esperanza derramada en una vela que se enciende en un humilde hogar para pedir ayuda a María” “Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. Como madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia.


ESTACIÓN V_Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la cruz

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“Cuando le llevaban (a Jesús al Calvario) echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús”
(Lc 23, 26)

Siento una enorme gratitud por la tarea de todos los que trabajan en la Iglesia. El aporte de la Iglesia en el mundo actual es enorme. Cuántos cristianos dan la vida por amor: ayudan a tanta gente a curarse o a morir en paz en precarios hospitales, o acompañan a personas esclavizadas por diversas adicciones en los lugares más pobres de la tierra, o se desgastan en la educación de los niños y jóvenes, o cuidan a ancianos abandonados por todos, o tratan de comunicar valores en ambientes hostiles, o se entregan de muchas maneras que muestran ese inmenso amor a la humanidad que nos ha inspirado el Dios hecho hombre.


ESTACIÓN VI_La Verónica limpia el rostro de Jesús

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“Muchos se asombraron al verlo, pues tenía tan desfigurada su cara que no parecía hombre. No tenía apariencia ni presencia. Lo vimos sin belleza, despreciado y evitado por los hombres, varón de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros”
(Is 52, 14; 53, 2 – 3)

Reconozco con gusto cómo muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes, contribuyen al acompañamiento de las personas, de familias o de grupos. Pero todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia. Porque el genio femenino es necesario.


ESTACIÓN VII_Jesús cae por segunda vez

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“Como un cordero llevado al matadero, fue herido de muerte por el crimen del pueblo”
(Is 53, 7 – 8)

“Jesús, adelantándose un poco, cayó por el suelo hasta tocar la tierra con su rostro, y hacía esta oración: Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz, pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú
(Mt 26, 39)

No podemos ignorar que en las ciudades fácilmente se desarrollan el tráfico de drogas y de personas, el abuso y la explotación de menores, el abandono de ancianos y enfermos, varias formas de corrupción y de crimen. La proclamación del Evangelio será una base para restaurar la dignidad de la vida humana en esos contextos.


ESTACIÓN VIII_Jesús consuela a las piadosas mujeres

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“Lo seguía mucha gente del pueblo y mujeres que se daban golpes y se lamentaban por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos. Porque si hacen esto con el leño verde, ¿qué harán con el seco?”
(Lc 23, 27 – 28. 31)

Estamos llamados a descubrir a Cristo en los pobres, prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharles, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos” . A veces somos duros de corazón y de mente, nos olvidamos, nos entretenemos, nos extasiamos ante las inmensas posibilidades de consumo y de distracción que ofrece esta sociedad. En sí misma la misericordia es la más grande de las virtudes.


ESTACIÓN IX_Jesús cae por tercera vez

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“Poco después se acercaron los que estaban ahí y dijeron a Pedro: Seguro que tú también eres de ésos, pues tu habla te delata. Entonces él empezó a imprecar y jurar: No conozco a ese hombre. Inmediatamente un gallo cantó. Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había advertido: antes de que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo afuera lloró amargamente”
(Mt 26, 73 – 75)

Nuestro dolor y nuestra vergüenza por los pecados de algunos miembros de la Iglesia, y por los propios. Algunos se resisten a probar hasta el fondo el gusto por la misión y quedan sumidos en una acedia paralizante. Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota, que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre.


ESTACIÓN X_Jesús es despojado de sus vestiduras

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“Los soldados tomaron sus vestidos e hicieron cuatro lotes, uno para cada uno. Cogieron también la túnica, sin costura, de una pieza, tejida de arriba abajo. Por eso dijeron: No la rompamos; echemos a suertes a ver a quién toca. Para que se cumpla la Escritura: Se han repartido mis vestidos y han echado a suertes mi túnica”
(Jn 19, 23 – 24; cf Sal 21, 9)

La Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros. A veces se trata de escuchar el clamor de pueblos enteros, de los pueblos más pobres de la tierra, porque la paz se funda no sólo en el respeto de los derechos del hombre, sino también en el de los derechos de los pueblos. Anunciar a Cristo significa que creer en él y seguirlo no es sólo algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor y de un gozo profundo, aún en medio de las pruebas.


ESTACIÓN XI_Jesús es clavado en la cruz

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“Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”
(Lc 23, 33 – 34)

El centro y esencia de la evangelización es siempre el mismo: Dios, que manifestó su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado . El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los combates del mal.


ESTACIÓN XII_Jesús muere en la cruz

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“Hacia el mediodía las tinieblas cubrieron la región hasta las tres de la tarde. El sol se oscureció y el velo del Templo se rasgó por medio. Entonces Jesús, dando un fuerte grito, dijo: Padre, en tus manos pongo mi espíritu. Y dicho esto expiró”
(Lc 23, 44 – 46)

Confesar que el Hijo de Dios asumió nuestra carne humana, significa que cada persona humana ha sido elevada al Corazón mismo de Dios. Confesar que Jesús dio su sangre por nosotros nos impide conservar alguna duda acerca del amor sin límites que ennoblece a todo ser humano. Estamos llamados a ser personas-cántaros para dar de beber a los demás. A veces el cántaro se convierte en una pesada cruz; pero fue precisamente en la cruz donde traspasado, el Señor se nos entregó como fuente de agua viva.


ESTACIÓN XIII_Jesús es bajado de la cruz y puesto en brazos de su madre

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“Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto, por miedo a los judíos, pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió”
(Jn 19, 38)

María, madre del Evangelio viviente es la mujer de fe, que vive y camina en la fe. Ella se dejó conducir por el Espíritu en itinerario de fe hacia un destino de servicio y fecundidad. Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia, porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y el cariño. Le rogamos que con su oración maternal nos ayude para que la Iglesia llegue a ser una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el nacimiento de un mundo nuevo.


ESTACIÓN XIV_Jesús es sepultado

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“José de Arimatea, y también Nicodemo (aquel que anteriormente había ido a verle de noche), con una mezcla de unas cien libras de mirra y áloe, tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas, con los aromas, conforme a la costumbre judía, y pusieron a Jesús en un sepulcro nuevo que había en un huerto”
(Jn 19, 40 – 42)

¡No nos dejemos robar la esperanza! La mayor amenaza es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia. Se desarrolla la psicología de la tamba, que poco a poco convierte a los cristianos en momias de museo. Algunos, desilusionados con la realidad, viven en constante tentación de apegarse a una tristeza dulzona, sin esperanza, que se apodera del corazón como el más preciado de los elixires del demonio. La alegría del Evangelio es ésa que nadie nos puede quitar. La mirada del creyente es capaz de reconocer la luz que siempre derrama el Espíritu Santo en medio de la oscuridad.