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“Estoy dispuesto a dar mi vida por ti”

Jn 13,37

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El regreso del hijo pródigo

Rembrandt

Libro «EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO. Reflexiones ante un cuadro de Rembrandt» de Henri J. Nouwen, PPC, Madrid, 1993. 26 ediciones. Fuente: https://www.revistaecclesia.com

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Los rostros y las miradas: Merece contemplarse con detenimiento el rostro del Padre, que se muestra íntegro, y los rostros de los dos hermanos, que sólo aparece en una de sus faces. La mirada del Padre aparece cansada, casi ciega, pero llena de gozo y de emoción contenidas. La cara del hijo menor trasluce anonadamiento y petición de perdón. El rostro del hermano mayor aparece resignado, escéptico y juez. El hijo mayor, correctamente ataviado, surge en el cuadro desde la distancia.

 La fuerza del abrazo y de las manos del Padre: La centralidad del cuadro, el abrazo del reencuentro entre el Padre y el hijo menor, emana intimidad, cercanía, gozo, reconciliación, acogida. El Padre estrecha y acerca al hijo menor a su regazo y a su corazón y el hijo, harapiento y casi descalzo, se deja acoger, abrazar y perdonar. El Padre impone con fuerza y con ternura las manos sobre su hijo menor. Son manos que acogen, que envuelven, que sanan -el simbolismo del gesto cristiano y religioso de la imposición de las manos-.{mosimage}

 Simbolismo e interpelación: El cuadro nos interpela acerca de nuestra propia vida cristiana en clave de hijo menor -¡tantas idas y venidas!, ¡tanto buscarnos sólo a nosotros mismos, raíz del pecado!, ¡tantas mediocridades y faltas!- y de hijo mayor -el que todo lo sabe, el perfecto, el bien ataviado, el responsable, el cumplidor, el irreprensible, el juez que también se busca sólo a sí mismo y está lleno de soberbia soterrada- que cada uno de nosotros podemos llevar encima y ser.

Nos llama y nos urge a ser el Padre de la parábola, en la acogida, en el perdón, en el amor, en la reconciliación plena y gozosa, sin pedir explicaciones, no exigir nada, sólo dando. El cuadro expresa el gozo inefable de la vuelta a casa, del regreso al hogar. ¡Yo soy casa de Dios! Todos y cada podemos ser mutuamente el Padre que acoge, perdona y ama.

  • Imagina el movimiento en la escena. Fíjate en todos los personajes, las ropas, las expresiones y actitudes corporales. ¿Te imaginas el sonido?
  • El hijo. ¿Cómo viste? ¿Cuál es su postura? y su actitud?
  • ¿Y la figura del padre? ¿Qué espectos de su imagen te llaman la atención? ¿Quienes le rodean? ¿Qué hacen?
  • ¿Con qué personaje te identificas? ¿Qué lugar ocuparías en la imagen?