Señor misericordioso, Hijo de Belén,
Ya que naciste en una familia que huyó a Egipto
como refugiados, ayúdanos a crecer en solidaridad
con los refugiados en todas partes, a reconocer
que todos buscamos refugio, hasta que nuestros
corazones encuentren refugio en ti.
Ya que naciste bajo un régimen opresivo, permítenos
crecer en solidaridad con aquellos cuyos gobiernos
les niegan sus derechos y tratan de socavar su
dignidad. Ayúdanos a trabajar por un gobierno justo
en todas partes.
Ya que eran trabajadores aquellos pastores que
a tus pies llegaron primero a alabarte, a ti, el hijo
del carpintero, recordemos la dignidad del trabajo
humano.
Tú, que compartes un amor especial
por aquellos que trabajan duro para su sustento y
trabajas junto a ellos. Permítenos honrarte, en el
trabajo y en la oración, y haz que los medios de vida
puedan ser seguros y que los trabajadores no sean
explotados.
Así como te adoraron los Reyes Magos que vinieron
de países lejanos para honrarte, que podamos
llevar a todas las naciones la gran Buena Nueva que
es tu amor.
Así como tu llegada fue alegremente anunciada por
los ángeles, celebremos con alegría el don de la
vida cada vez que un hijo de Dios es concebido, y
honremos ese don con nuestro cuidado.
Ya que se te negó un lugar para nacer, solo un
establo, ayúdanos a abrir nuestros hogares, nuestras
vidas, nuestros corazones a la venida de Dios y su
presencia en tu pueblo.
Nace esta vez en nuestros corazones, querido Señor.
Señor misericordioso, Hijo de Belén, a través de la
cuna de nuestros corazones, nace en nuestro mundo.
Amén.